Educación

"La infancia no es un ensayo, sino el escenario principal"

2025-10-29 320 Vistas

Entrevista con Olga Duke, profesora y autora del método desarrollado en el centro infantil de adaptación familiar Happy Dom (el Albir)

¿Cómo educar a un niño en el extranjero siendo fiel a uno mismo? ¿Cómo lograr que crezca libre, bien adaptado, sin perder su conexión con el idioma materno, la cultura y sus raíces? En la Costa Blanca, donde cada vez más familias extranjeras se integran en la vida local, estas preguntas cobran una relevancia especial.

Olga Duke -Doctora en Pedagogía y creadora de un enfoque pedagógico que combina el respeto profundo por la infancia, la alfabetización emocional y el cultivo de la libertad interior- trabaja con estas ideas a diario en Happy Dom, un centro infantil de adaptación familiar ubicado en el Albir. Un espacio cálido, pensado para niños y familias que buscan una educación consciente en un entorno internacional.

¿Qué principios y valores considera fundamentales en la educación preescolar actual?

Cuando hablamos de valores en la educación infantil, lo primero para nosotros es siempre la personalidad del niño. No son solo palabras bonitas: el desarrollo individual, el enfoque personalizado… cada uno de estos conceptos tiene un significado profundo. Procuramos ver en cada pequeño no solo a un alumno, sino a una persona única, con talentos y cualidades innatas que es importante descubrir y acompañar.

Nos inspira la filosofía de algunos centros japoneses de educación infantil, donde los educadores trabajan con mini-grupos y aplican una forma de orientación vocacional temprana. Desde los dos hasta los cinco años, los maestros observan cuidadosamente a los niños y elaboran informes sobre sus inclinaciones naturales.

¿Por qué es tan importante? Porque, a medida que los niños crecen, acumulan conocimientos y experiencias, pero muchas veces pierden lo más valioso: el conocimiento de sí mismos. Para nosotros, es esencial no dejar que eso se diluya. Nuestra misión es identificar y preservar esas inclinaciones naturales que se manifiestan desde muy temprana edad. En el mundo actual, donde todo tiende a desdibujarse, queremos que los niños recuerden quiénes son, que conecten con sus verdaderos deseos y no pierdan el vínculo con su esencia.

¿Qué metodologías y prácticas prefiere aplicar en la enseñanza de niños de 3 a 6 años y por qué funcionan?

Ante todo, nunca aplicamos una metodología de forma estricta. En el momento en que todo el espacio educativo se construye exclusivamente en torno a un único enfoque, existe el riesgo de que se generen limitaciones -tanto para el niño como para el educador.

Por ejemplo, el método Montessori, tan popular hoy en día, contiene sin duda muchos elementos valiosos. Pero es importante recordar que María Montessori era médica y desarrolló su sistema principalmente para niños con necesidades especiales. Si implementamos todos sus principios sin matices, especialmente su fuerte énfasis en la motricidad fina, corremos el riesgo de no solo no ayudar, sino incluso de frenar el desarrollo de un niño normotípico.

Hoy en día, por el contrario, nos encontramos con muchos niños cuya motricidad gruesa no está suficientemente desarrollada, y que carecen de habilidades básicas como la orientación en el espacio o la percepción de su propio cuerpo. Esto se hace especialmente evidente durante los paseos: muchos no perciben los límites y se sienten perdidos en espacios abiertos.

Por eso seleccionamos lo mejor de distintas metodologías: elementos del enfoque Montessori, de la pedagogía Waldorf, de la escuela clásica -como el legado de Vasili Sukhomlinski y su libro Dedico el corazón a los niños, que sigue siendo una obra de referencia para nosotros. También estudiamos con atención las prácticas del sistema preescolar alemán. El modelo educativo español, sin duda, también tiene aspectos de los que podemos aprender. Nos resulta muy cercano su estilo cálido, respetuoso y democrático en la relación con los niños.

Creemos que una metodología no solo debe estar de moda, sino que también debe resonar a un nivel más profundo -cultural, emocional y mental' con los niños y adultos del entorno donde se aplica. Solo así puede funcionar de verdad.

¿Cómo pueden las familias saber si un entorno educativo realmente se adapta a su hijo? ¿En qué deben fijarse más allá del horario o de un espacio bonito?

Hoy en día, cuando la mayoría de los niños crecen en entornos bilingües y están expuestos a varios idiomas desde muy pequeños, es fundamental no perder de vista un aspecto clave: la adaptación.

Cuando un niño crece en su país de origen, muchas madres se preocupan por cómo será la separación, cómo se adaptará al entorno escolar. Pero en un país nuevo, donde todo suena diferente y el idioma resulta desconocido, esa preocupación queda en segundo plano. Lo que domina es el estrés lingüístico: "¿Le entenderán? ¿Cómo se comunicará?". Toda la atención se centra en eso. Sin embargo, no es el único ni el principal desafío.

Lo más importante es que el niño pueda confiar en su nuevo entorno, sentirse seguro dentro de él. Y eso solo es posible si el proceso de adaptación es suave y bien acompañado. En nuestro centro le damos un lugar prioritario a esta etapa. Porque, por muy talentoso que sea un niño, por muchas capacidades que tenga, todos necesitan ese “acompañamiento emocional”: una transición cuidadosa, desde el vínculo con mamá y papá hacia una figura adulta en la que ambos confían.

Sí, el niño acabará aprendiendo a leer, escribir, contar y hablar varios idiomas -esa es la parte visible del proceso. Pero hay algo que no se imprime en un folio a color: la seguridad interna, la sensación de "estoy a salvo". Eso es lo que más debemos cuidar.

A veces los padres piensan: cuanto antes, mejor. “Lo llevamos, llorará un poco y se acostumbrará”. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué huella dejará eso en el alma del niño? Es cierto que uno puede acostumbrarse a todo -incluso a un entorno que no es seguro ni acogedor. Solo que más adelante, ya de adultos, empezamos a buscar respuestas en terapeutas, intentando comprendernos a nosotros mismos. Y sin embargo, muchas de esas bases se podrían haber asentado en la infancia, con cuidado, con atención.

Por eso recomendamos a las familias mirar más allá del horario o los espacios bonitos. Lo primero es observar el ambiente emocional: ¿el niño se siente cómodo? ¿Es un entorno seguro, armonioso, que respeta su ritmo y su individualidad? Y solo después, qué metodología se emplea, qué se enseña, cómo se organiza el día. Todo eso también es importante, claro. Pero sin confianza ni sensación de seguridad interior, lo demás pierde valor.

¿Qué lugar ocupan sus propios enfoques pedagógicos en Happy Dom y cómo se manifiestan en el día a día con los niños?

Todos nuestros enfoques -nuestras ideas, principios y valores- no son una abstracción. Se manifiestan cada día, en cada detalle de la relación con el niño. Desde el momento en que cruza la puerta de Happy Dom, entra en un espacio donde todo importa: cómo lo recibimos, cómo se despide de sus padres, cómo comienza la mañana. Tenemos rituales de despedida a los que damos un gran valor. Un apretón de manos, un abrazo, un saludo con la mano, un beso al aire… cada niño tiene su pequeña tradición. Estos gestos sencillos crean un sentido de estabilidad y confianza.

No creamos simplemente un entorno educativo, sino un verdadero hogar. No es una guardería ni colegio en el sentido habitual, sino un espacio cálido y protegido, donde el niño se siente querido y valorado. Aquí no buscamos reemplazar a mamá o papá, sino ofrecer una atmósfera verdaderamente familiar, donde el afecto, la cercanía y el respeto construyen la base de todo.

En Happy Dom, cada jornada está cuidadosamente estructurada. Integramos actividades como música, expresión rítmica, creatividad, danza, juegos con el lenguaje y trabajo con poesía. Prestamos especial atención al desarrollo de la memoria visual y auditiva, la capacidad de recitar y el arte del relato, pues memorizar poemas entrena la atención, fortalece las conexiones neuronales y estimula la concentración.

También damos mucha importancia a la vida cotidiana: los niños aprenden a poner la mesa, recoger, barrer, cuidar del espacio que comparten. Por las tardes, fomentamos la convivencia entre distintas edades: los pequeños se inspiran en los mayores, y los mayores aprenden a cuidar de los más pequeños. Observamos con atención estas dinámicas naturales y acompañamos el desarrollo social de cada niño según sus inclinaciones.

No se trata de imponer, sino de guiar. Nuestra misión es crear un entorno donde cada niño crezca en armonía consigo mismo y con los demás. Cuidamos esta atmósfera con delicadeza, porque sabemos que solo en un ambiente así florece el verdadero desarrollo.

Muchas familias extranjeras en España se enfrentan al reto de la adaptación: ¿cómo preservar el idioma, la cultura y los valores de origen, y al mismo tiempo integrarse con éxito en el entorno local? ¿Con qué empieza el equilibrio? ¿Qué es lo que realmente funciona?

El equilibrio comienza con la lengua materna. Nosotros lo llamamos “llorar en el propio idioma”. Es fundamental que, en momentos de estrés o emoción intensa, el niño escuche la voz de mamá o papá en la lengua que reconoce desde su nacimiento. Siempre preguntamos a las familias: ¿en qué idioma habláis en casa? Ese es el idioma en el que hay que dirigirse al niño cuando siente alegría, miedo o frustración.

En cuanto al aprendizaje del idioma del entorno, en Happy Dom se da de forma suave y natural: a través del juego y el contacto cotidiano con educadores atentos y cariñosos. No obligamos a hablar solo en español o solo en inglés. Evitamos lo que llamamos “adaptación de choque”. Una inmersión brusca en una lengua desconocida puede generar estrés y llevar al niño a repetir palabras de forma mecánica, sin comprensión real. Preferimos un enfoque más progresivo y respetuoso.

Los niños pasan el día en nuestro entorno hasta las 17:00, y después pueden asistir a actividades extraescolares en español -deportes, talleres, juegos- donde amplían su vocabulario de forma más ligera y sin sobrecargas emocionales.

Nuestra apuesta es encontrar un equilibrio: conservar la identidad cultural y el idioma materno, pero también desarrollar flexibilidad, apertura y confianza hacia el entorno. Ese es precisamente el enfoque que seguimos en Happy Dom.

¿Qué recomendaría a las familias con hijos en edad preescolar que quieren construir un entorno estable y feliz para su desarrollo?

Yo recomendaría, ante todo, acercarse a nosotros. Buscar a las personas con las que realmente conectas. Eso es fundamental: encontrar a quienes comparten tus valores, tu mirada sobre la infancia, tu manera de sentir. Las familias que llegan a Happy Dom, muy pronto se convierten en “de los nuestros”. Lo percibimos enseguida. No es una cuestión formal, sino una afinidad profunda, una confianza mutua.

Para nosotros, la infancia no es una etapa para entrenar ni competir, ni para correr detrás de idiomas. Es una etapa para vivir, para sentir, para ser. Hablamos mucho con los niños sobre las emociones: les ayudamos a identificar dónde vive en su cuerpo la rabia, la alegría, la tristeza. Unos dicen “en las manos”, otros “en los pies”. Parece sencillo, pero es la base de todo. Porque muchos adultos, ya de mayores, no saben qué les pasa: si es ansiedad, enojo, confusión. Y eso, en realidad, se podría haber sembrado desde la infancia, si no se hubieran ido acumulando las normas, las etiquetas, los “tienes que”.

Por eso, invitaría a las familias a reconectar con su propio niño interior. Eso facilita muchísimo el camino: en la crianza, en la búsqueda del entorno adecuado. Porque cuando a un niño se le permite ser él mismo, sentir, expresarse, vivir — ahí se pone la base de una infancia feliz.

Donde se le permite al niño ser él mismo, sentir, vivir — ahí está la base para un crecimiento feliz. En Happy Dom estamos abiertos a comunicarnos con todo tipo de niños. Por supuesto, en primer lugar acogemos a familias que hablan ruso o ucraniano. Pero ya contamos con experiencias muy positivas de adaptación con niños de otros países.

También damos la bienvenida a niños con necesidades especiales. Y eso es una parte muy importante de nuestro enfoque. Porque estos niños transforman profundamente al grupo: despiertan la empatía, la sensibilidad, la humanidad auténtica. Los demás niños empiezan a ayudar, a observar, a conectar… y de pronto descubren en sí mismos cualidades que ni imaginaban. Y por eso hacemos este trabajo.

Sigue los nuevos proyectos y publicaciones de Olga Duke en Instagram: @dukeolgaoleksandrivna