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Pokémon Go: ¿simple juego o juego simple?

2016-11-07 594 Vistas

Como juego, Pokémon Go es una creación sumamente simple, mucho más sencilla en todos los sentidos que su predecesor, Ingress. El mérito de su creación es escaso, salvo por la habilidad de darse cuenta de que el fenómeno Pokémon conecta con aquella generación que los coleccionó cuando eran pequeños, que ahora todos tienen un smartphone en el bolsillo, y que el verano combinaba la escasez de noticias en los medios con el hecho de ser una buena época para que una generación se lanzase a la caza de aquellas criaturas que les obsesionaban hace más de una década.

¿Mejora la espectacular adopción de Pokémon Go las posibilidades de la realidad aumentada? Realmente no: prácticamente todo el mundo sabe que la tecnología existe, lleva viendo ejemplos de ella desde hace años, y prácticamente la considera una tecnología amortizada, que seguramente espera a la llegada de otros dispositivos distintos al smartphone para disfrutar de posibilidades más ambiciosas.

El juego como tal no tiene gran cosa que contar. En términos de jugabilidad intrínseca, es simple como el mecanismo de un botijo: paséate mirando el mundo a través del smartphone, y si encuentras un Pokémon, cázalo. En el juego, creas un avatar que se desplaza siguiendo las coordenadas del GPS de tu teléfono a medida que te mueves por el mundo, y te permite verte en un mapa como lo harías en Google Maps. Las indicaciones del mapa se reemplazan con Pokéstops, localizaciones que te ofrecen artículos gratis cada cinco minutos siempre que estés en sus cercanías. Puedes recibir objetos con los que cuidar a tu Pokémon tras una batalla, huevos de Pokémon que eclosionan si te mantienes a una cierta distancia, y Pokéballs para cazar nuevos Pokémon. Puedes encontrar Pokémon en todas partes (¡hasta en mi jardín!), pero tienden a predominar más en zonas de acceso público. Cuantos más Pokémon tengas de una especie, más fuerte consigues que sea la especie, y cuando llegas a un cierto nivel, pasas a representar al equipo rojo, azul o amarillo, que compiten en una guerra para hacerse con los Pokémon Gyms situados en lugares señalados.

No requiere ninguna habilidad especial, está al alcance de cualquiera, y es gratuito, con un modelo de negocio basado en algunas opciones de descarga freemium y en la posibilidad de situar localizaciones esponsorizadas que atraigan a los jugadores a lugares en particular. Como tal, la fiebre de Pokémon Go durará, imagino, muy poco tiempo: no alcanzo a imaginarme el incentivo para dedicarse a la tarea de cazar Pokémon más allá de una temporada… En el invierno de algunos lugares, me cuesta bastante imaginarme a nadie paseando por la calle con el smartphone en ristre. Ofrece posibilidades interesantes en lo social, tiene capacidad de convertirse en una moda seguramente efímera, pero poco más.

Por la dinámica que es susceptible de generar su funcionamiento, encontraremos en los medios noticias de todo tipo, más relacionadas con el sentido común que con otras cosas: desde quienes aprovechan su popularidad y la desesperación de quienes no encuentran aún la app en sus países para tratar de instalar malware, hasta descerebrados que juegan mientras conducen, que cruzan calles sin mirar, que tropiezan o se pegan contra cosas, que entran en propiedades ajenas (no recomendable en ningún sitio, pero menos aún en los Estados Unidos) o que son víctimas de ladrones, todo ello mientras intentaban “capturarlos a todos”. Si tus hijos pequeños juegan, ten en cuenta que el juego podría hacer que se alejasen más de la cuenta, en busca de un Pokémon más que llevarse a la pantalla.

Por el momento, un fenómeno de popularidad desmesurada, acrecentada por un verano habitualmente parco en novedades tecnológicas que llevarse a los medios. Acertar con el momento adecuado para revivir un fenómeno cultural como los Pokémon no es poca cosa, pero en términos de innovación o de requisitos para definir alguna evolución o transformación de mayor calado, Pokémon Go, por mucho ruido que lo acompañe, no pasa de ser un jueguecito trivial.

Enrique Dans. Profesor. IE Business School, http://www.ie.edu/