Cultura

Una forma barata de mejorar nuestra calidad de vida

2017-02-28 510 Vistas

Leer es abrir una puerta al mundo: nos conecta con otras culturas, ayuda a identificarnos con personas de otra época y mejora nuestra capacidad crítica.

¿Cuántos libros deberíamos leer al año? Todo depende de lo rápido que leamos, de nuestros gustos personales o incluso del esfuerzo que le dediquemos a nuestras lecturas, pero diría que es aconsejable leer un libro por semana, es decir unos 50 al año. Dicho esto, es más importante la calidad que la cantidad.

Otra pregunta que nos planteamos es si deberíamos acabar todos los libros que empezamos. Tradicionalmente, acabar un libro es una tarea, casi un deber según el enfoque kantiano, y en el caso de las clases de literatura, una obligación académica.

Además, como suele demostrarlo la experiencia, insistir en un libro de apariencia incomprensible puede ser gratificante ya que las intenciones del autor parecen revelarse poco a poco al lector. Tengo que admitir que empecé y dejé Ulises de James Joyce tres veces antes de reunir la determinación y el tiempo suficientes para terminarlo. Y debo decir que mis esfuerzos han dado sus frutos tanto bajo la forma de reflexiones y referencias al libro, como de ideas y paralelos con la vida cotidiana o incluso de interesantes discusiones con amigos y compañeros de trabajo. Sin embargo, otras personas creen que lo mejor que podemos hacer con un libro que no nos gusta es simplemente dejar de leerlo.

Tim Parks, crítico y escritor británico, señaló (1):

Schopenhauer, que reflexionó y escribió mucho acerca de la lectura, piensa como el [Dr] Johnson: “La vida es demasiado corta para leer libros malos” y “unas páginas” deberían bastarnos, dice, “para evaluar la obra de un autor”. Después de lo cual es totalmente aceptable abandonar un libro si no nos convence

Parks elabora la idea de que ya adultos, deberíamos poder intuir cuándo dejar un libro malo, y que no deberíamos sentirnos obligados a terminar un libro como cuando éramos más jóvenes.  Con el tiempo y toda la cultura de la que disponemos, es probable que nos hayamos hecho más exigentes, especialmente en lo que a tiempo se refiere. Somos más dados a abandonar la lectura de un libro, a salir del cine si no nos gusta una película, o a apagar la música si deja de interesarnos. Parks incluso se atreve a decir que deberíamos dejar de leer un libro cuando lo hayamos disfrutado lo suficiente -es cierto que algunas obras maestras están inacabadas- y que podríamos disfrutarlas más si pudiéramos imaginar finales alternativos. En mi experiencia, debo decir que me ha decepcionado el final de algunas de las obras más aclamadas de la literatura.

Otra razón que nos ayuda a no sentirnos obligados a terminar todos los libros que empezamos es que, así, alcanzar nuestro objetivo de 52 libros al año se hace bastante más realista.

Una cuestión muy distinta a la de abandonar la lectura de un libro de forma consciente y quizás justificada es saber si nuestra falta de interés se debe a nuestra falta de concentración. Vivimos en un mundo lleno de interrupciones, en el que dividimos nuestro tiempo entre varias tareas: leer emails, enviar mensajes, a la vez que escuchamos ruidos de fondo y estamos atentos a las personas que nos rodean.

Luego están aquellas personas envidiables por su capacidad de leer varios libros a la vez. En mi opinión, esta práctica depende de lo mucho que uno quiera adentrarse en un libro, además de su capacidad de multitarea que requiere la habilidad de pasar de una cosa a otra sin perder la concentración.

Pero la verdad es que la lectura es algo que no se puede hacer a la vez que otra actividad: requiere una dedicación exclusiva si pretendemos disfrutarla plenamente. Es una de las razones por las que a mucha gente le gusta leer en avión, uno de los pocos lugares donde desconectamos del mundo.

La tecnología digital expande nuestra experiencia de lectura a los e-books y los audiolibros. Personalmente, me encantan los audiolibros, siempre los escucho cuando viajo o cuando voy al gimnasio. Para aquellos que dicen que la experiencia de los audiolibros no puede compararse a la de la lectura, hay que recordar que durante siglos, antes de la imprenta, e incluso mucho tiempo después, la norma era leer en voz alta y en grupo.

Mark Haddon, autor de El curioso incidente del perro a medianoche comenta que leer es (2):

Ante todo un síntoma. Síntoma de una imaginación sana, de nuestro interés por este mundo y por otros, de nuestra capacidad de estar tranquilos y en silencio, de nuestra habilidad de soñar de día

Para concluir, podemos aprovechar al máximo nuestras lecturas gracias a mejores prácticas como éstas:

  • Siempre es buena idea comentar los libros que estamos leyendo con amigos y familiares. Hablar del impacto que han tenido nuestras lecturas no solo es entretenido, sino que además mejora nuestra capacidad crítica y de argumentación.
  • Cuando empecemos un libro, deberíamos fijarnos una fecha límite, aunque luego tengamos que aplazarla si queremos tomárnoslo con más calma. Fijar límites nos obliga a plantearnos si abandonar o no un libro que no nos está gustando.
  • Intente variar los géneros de lectura. La ficción estimula la imaginación y nos ayuda a entender el mundo y el comportamiento de los demás; la poesía estimula la lírica y aumenta nuestra sensibilidad; las biografías y la historia nos ayudan a identificarnos con personas de otra época, viendo similitudes a través de los siglos que nos ayudan a entender el mundo que nos rodea.
  • Las recomendaciones siempre son bienvenidas, pero no hay que dejar que los demás influyan demasiado nuestras lecturas; debemos elegir libros que reflejan nuestras preferencias. Es buena idea consultar las listas de los más vendidos y leer las críticas literarias de los periódicos internacionales. También hay que tomarse el tiempo de echarle un vistazo a páginas especializadas y a las librerías. Y tampoco hay nada malo en juzgar un libro por su portada: si alguien le ha dedicado el tiempo necesario para crear un diseño atractivo, seguramente el libro tenga algo que ofrecer.
  • Y finalmente, diría que los clásicos son un valor seguro, aunque también deberíamos leer obras contemporáneas que nos ayuden a entender el mundo que nos rodea. Esto es especialmente cierto para autores de otras culturas que nos ayuden a conectar con personas que viven en un mundo distinto al nuestro. Abrirnos de este modo puede ayudarnos a ver la diversidad, a hacernos más tolerantes frente a puntos de vista distintos al nuestro. Así aumentamos nuestra sensibilidad cosmopolita y nuestra capacidad de actuar como ciudadanos del mundo.

Santiago Iñiguez. Decano. IE Business School

(1) Tim Parks, “Why Finish Books”, in The New York Review of Books, 13.03.2012. (2) Mark Haddon, “The Right Words in The Right Order”, in Stop What Youre Doing and Read This! (Random House: Vintage Books, London, 2011), p. 90.