Turismo

“Renoir. Intimidad” / Museo Thyssen-Bornemisza / Madrid

2017-01-03 605 Vistas

Hasta el 22 de enero de 2017

El cineasta Jean Renoir escribió que su padre “miraba las flores, las mujeres, las nubes del cielo como otros hombres tocan y acarician”. Frente a la concepción habitual que reduce el impresionismo a la “pura visualidad”, la exposición “Renoir. Intimidad”, la primera retrospectiva en España en torno a la figura del pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir (1841-1919), destacará el papel central que ocupan las sensaciones táctiles en sus lienzos, y que pueden percibirse en las distintas etapas de su trayectoria y en una amplia variedad de géneros, tanto en escenas de grupo, retratos y desnudos como en naturalezas muertas y paisajes.

La exposición presentará un recorrido por más de 75 obras del artista francés, procedentes de museos y colecciones de todo el mundo como el Musée Marmottan Monet de París, el Art Institute de Chicago, el Museo Pushkin de Moscú, el J. Paul Getty de Los Ángeles, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York, y permitirá descubrir cómo Renoir se servía de las sugerencias táctiles de volumen, materia o texturas como vehículo para plasmar la intimidad en sus diversas formas -amistosa, familiar o erótica-, y cómo ese imaginario vincula obra y espectador con la sensualidad de la pincelada y la superficie pictórica.

“Renoir. Intimidad” está organizada siguiendo un recorrido temático, en torno a cinco apartados: impresionismo, retratos, paisajes, escenas familiares y domesticas, y bañistas.

La etapa impresionista, entre 1869 y 1880, ocupa tres salas de la exposición y reúne algunos de los iconos de su carrera, como Después del almuerzo (1879), un estudio del natural de Le Moulin de la Galette (1875-1876) o una de las obras que pinta en La Grenouillère, zona de ocio a las afueras de París donde trabaja con Monet, Baños en el Sena (La Grenouillère) (1869). Una selección de retratos femeninos al aire libre o en interiores –Retrato de la mujer de Monet (1872-1874)- y parejas –El paseo (1870)-, además de un paisaje impresionista, Mujer con sombrilla en un jardín (1875), completan el capítulo.

A partir de 1881, la vía impresionista parece agotada y los miembros del grupo se distancian. Renoir vuelve la mirada a la tradición clásica, desde Rafael a Jean-Auguste Dominique Ingres. No abandona el lenguaje impresionista, pero añade a su pintura un énfasis mayor en el dibujo.

Desde finales de los años 1870 y a lo largo de toda la década siguiente, Renoir adquiere una creciente reputación como retratista y se convierte en uno de los pintores más solicitados por la sociedad parisiense. La Srta. Charlotte Berthier (1883), el Retrato de la poetisa Alice Vallières-Merzbach (1913) o el de su marchante Paul Durand Ruel (1910) y sus hijos Joseph Durand-Ruel (1882) y Charles y Georges Durand-Ruel (1882), son ejemplos de esta faceta.

En la sala dedicada a los paisajes se incluyen sus vistas de la costa de Normandía y sus alrededores –Colinas alrededor de la bahía de Moulin Huet, Guernsey (1883)- y Provenza, donde comparte motivos pictóricos con su amigo Cézanne –La montaña de Sainte-Victoire (hacia 1888-1889)-, así como de distintas localizaciones del sur de Italia, La bahía de Salerno (Paisaje del sur) (1881).

La exposición continúa con escenas familiares y domésticas protagonizadas por sus hijos –Coco tomando su sopa (1905) o Jean como cazador (1910)-, su mujer Aline que, con motivo del nacimiento de su primer hijo Pierre, posa en Maternidad (1885) y Aline amamantando a su hijo (1915) y otros miembros de su entorno más cercano como Gabrielle Renard, la niñera y pariente lejana de Aline, que se convierte en una de sus modelos predilectas –Niño con manzana, o Gabrielle, Jean Renoir y una niña (hacia 1895-1896)- y Andrée Heuschling –El concierto (1918-1919)- quien se casará con su hijo Jean tras la muerte del pintor.

Uno de los motivos predilectos de Renoir son los desnudos. Un género que los impresionistas, a excepción de Degas, no trataron por considerarlo académico. Centrado en su propia elaboración estilística, el pintor llega a una de las cimas de su producción con las bañistas, una serie de desnudos al aire libre en los que el pintor celebra una naturaleza atemporal, que rechaza cualquier referencia al mundo contemporáneo. Una visión idílica marcada por la sensualidad de las modelos, la riqueza del colorido y la plenitud de las formas.