Gastronomía, Networking
Networking y degustación en Templo
La maduración es un proceso tras el cual la carne consigue el momento óptimo de consumo. Gracias a este proceso, la carne trasmite todos los sabores propios, su textura es perfecta y se obtiene la llamada terneza. La terneza es la facilidad con la que llegamos a deshacer la carne en nuestro paladar y así disfrutarla mucho más.
Templo, un lugar idóneo para empresarios gourmet y gourmands
Templo es un restaurante en el centro de Alicante que, a pesar de su corta trayectoria, ha conseguido ganarse de manera merecida un gran prestigio en el mundo de la carne y sus complejas maduraciones. Para conseguir la perfección en la maduración, desde hace varios meses, los responsables del establecimiento han incorporado una cámara de maduración. A través de ella, la carne permanece dentro hasta el punto óptimo de maduración, así se puede disfrutar de ella en toda su exactitud, manteniendo textura y sabor.
El pasado viernes, 23 de octubre, tuvimos la suerte de conocer la maravillosa carne de Templo en el marco de un encuentro gastronómico organizado por la revista Impuls PLUS. Además de las carnes, también pudimos degustar los vinos de Wine Group, de los aceites Elizondo, del caviar Polanco y de las ostras La Belle Huître. Todos estos delicatessen están disponibles en Impuls SHOP y se pueden adquirir siguiendo los enlaces.
Aperitivos y degustaciones de lujo
El aperitivo estaba presentado en forma de ostras y caviar. Las ostras especiales Belle de Nordet y Gold Beach destacaban por su carnosidad y cultivo en las playas de Normandía, en la parte más atlántica y por lo tanto la más salina. En las Gold Beach notamos algo más ese toque salino, que les da mayor profundidad de sabor y cierto refinamiento. Las Nordet, al encontrarse en aguas más al norte, reciben baños de agua dulce lo que les aporta mayor refinamiento.
La ciudad de San Gregoria de Polanco recibe las aguas del Río Negro y allí poseen los esturiones produciendo dos variedades de caviar: Siberian Reserva Caviar y Oscietra Gran Reserva Caviar. Ambos productos poseen una gran sutileza y ciertos toques marinos, predominando la dulzura y el equilibrio.
El aceite Elizondo, al igual que los productos anteriores, provenía de los campos de Jaén, en concreto de Úbeda. En esta ocasión conocimos el AOVE Picual de color verde intenso. Nos encontramos una gran potencia aromática, un intenso frutado verde, hierba recién cortada y toques frutales (manzana, hoja de tomate e higuera). En boca es fresco y equilibrado, con un amargo y toque picante moderado, con un regusto a frutos secos.
Los vinos que nos acompañaron fueron el Semsum 2 y el MO Salinas 2017. El Semsum, vino blanco, destaca por su tono amarillo pálido, limpio y brillante. Entre los aromas encontramos un gran toque afrutado, destacando cítricos y tropicales, con unos recuerdos a flores blancas. En la boca es muy fresco, volviendo ese recuerdo a frutas tropicales.
MO Salinas 2017 destaca por su color roja picota. En nariz está muy presente la carnosidad, proporcionada por la variedad Monastrell, aunque la ciruela y los frutos rojos madurados están muy presentes en la nariz, al igual que en la boca.
Comida donde resaltó la exquisitez
La comida continuó con unas navajas cubiertas por un poco de caviar, creando un gran contraste sabroso. Por un lado, el yodado de la navaja, y por el otro, el salino del caviar, crearon una gran jugosidad en el paladar.
La primera sorpresa llegó con el steak tartar, cuando Ángel García, responsable de la sala de Templo nos presentó dos tipos de carne. Uno de ellos nos lo presentó de manera tradicional, aderezado con huevo, especies, mientras que el otro no tenía casi aderezo y sólo llevaba su propia grasa. El segundo resultó mucho más sabroso y rico, así como fue el que más gustó a los comensales.
Una costilla cocinada a baja temperatura fue la antesala de las chuletas de raza Frisona y con una maduración de 65 días. La raza de esta variedad es la conocida popularmente como la vaca lechera, por lo que la frescura de su carne es muy intensa. Le llamo “frescura” a la limpieza de sabores que encontramos en ella, y solamente los toques lácteos fueron los que se apreciaban, eso sí, con una ligera mineralidad.
Templo nos proporcionó unos grandes y maravillosos lomos altos, más conocidos por chuleta, acreditando con todo merecimiento la fama que les precede.
La comida terminó con una magnífica sobremesa incluyendo un sorteo de regalos y degustaciones de los digestivos premium: ginebra francesa Citadelle, whisky japonés Nikka y vodka Beluga.
Pedro G. Mocholí. Crítico gastronómico