Gastronomía
Castell d’Encus: vinos de altura
- Viñas en los Pirineos leridanos, entre los 850 y 1.000 metros de altitud, rodeadas de bosques, y con importantes vestigios históricos, fruto de la estancia de los monjes hospitalarios entre los siglos XII y XVIII.
- Terrenos que dan vinos más frescos, pero sin sacrificar una adecuada madurez fenólica de las uvas.
- Vinos elaborados aún en los lagares excavados en la piedra de la montaña donde antiguamente los monjes producían los vinos de la zona.
- Salas de catas y un espacio para la meditación ambientados en una ermita románica.
Un paraje místico y de una belleza espectacular
No hay visitante que se acerque hasta esta bodega que no se pregunte qué llevó a alguien a plantar viñas en un paraje tan poco propicio en apariencia como son las montañas de Talarn.
Llegar hasta aquí no es nada fácil, sus sinuosas carreteras y su pronunciado desnivel hacen que, a medida que se asciende, nos preguntemos si no nos habremos equivocado de camino o si quien decidió plantar esos viñedos no había perdido el juicio.
Una vez contemplamos los primeros viñedos, nos convencemos de que el ser humano es capaz de transformar el paisaje y de hacerlo, si cabe, más hermoso. En unas pronunciadas laderas, rodeadas de bosques, las viñas de las variedades Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Pinot Noir, Syrah, Petit Verdot, Sauvignon Blanc, Riesling, Semillon y Albariño crecen bajo las intensas radiaciones solares, acompañadas de frías noches y las nieves del invierno.
La altura, divino tesoro
Si la altitud es un factor esencial para lograr acidez, es importante, además, que la exposición al sol de la viña sea absoluta, pues la maduración solar es tan intensa como en el llano. La piel madura sin que el mosto alcance más allá de 13 grados. Lo malo es que la acidez es más alta, y por eso tengo que dejar los racimos más expuestos al sol para que ganen azúcar y bajar la acidez, y con métodos naturales solamente es posible retrasando la vendimia, ganando lógicamente más grado.
Una lección de humanidad y de sensibilidad
Cuando se degustan los vinos, ya sean blancos o tintos, de repente se comprende todo el cosmos que rodea a la viña, se descubre que todo transpira serenidad, todo es próximo, todo es místico, todo es quietud y relax, todo está hecho a imagen y semejanza de su creador.
Está claro que algo está pasando en los Pirineos, y el espíritu de ello está en tu interior, recorriendo tus venas y contagiándote sin remisión de esa quietud y esa serenidad que muchos buscan a diario y que pocos encuentran con facilidad, un dulce veneno que, por placentero, dejamos que nos invada sin ningún pudor.
Después del recorrido por las nubes, a muchos les viene a la cabeza esa frase de Reinhold Niebuhr: “Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para poder diferenciarlas”.