Gastronomía
Restaurante Poniente: sota, caballo y rey
La expresión “sota, caballo y rey” se utiliza coloquialmente para referirse a algo completo que incluye todos los elementos necesarios o importantes. También se utiliza para describir una situación en la que no hay sorpresas o complicaciones, es decir, cuando todo va según lo esperado o predecible. En un sentido más amplio, la expresión puede utilizarse para indicar una estrategia o plan simple y directo que se espera que tenga éxito sin dificultades adicionales. Así es la carta y la cocina del restaurante Poniente, que no es poco.
Poniente está ubicado en las instalaciones del Real Club de Regatas de Alicante, en el piso superior, con unas magníficas vistas al Puerto de Alicante, la fachada marítima, el Paseo de la Explanada y al fondo, al conjunto del Monte del Benacantil con el Castillo de Santa Bárbara.
En la dirección del restaurante están Iván Iturralde González y su mujer Irache, cocinera, viejos conocidos en el ámbito gastronómico alicantino por haber estado, hace algunos años, a cargo del restaurante Aizkolari, en el centro comercial La Seda junto al club Alicante Golf en la Playa de San Juan, sin duda, el mejor restaurante de cocina vasca en Alicante. Irache se formó con dos de los grandes maestros de la cocina vasca, Fernando Canales Etxanobe, chef-propietario del restaurante Etxanobe en el palacio Euskalduna y Joseán Alija del restaurante Nerua, en el Museo Guggenheim, ambos en Bilbao y con una estrella Michelin.
Todavía recuerdo una Nochevieja, cuando estaba saliendo de una discoteca junto al restaurante, a las 6:00 de la mañana, me invitaron a desayunar un cogote de merluza a la donostiarra. ¡Memorable! Debo decir que, desde el principio de mi afición por el conocimiento de la gastronomía y cocina vasca y entonces “la nueva cocina vasca”, han sido mis referentes y objeto de numerosos viajes para conocerla.
La cocina vasca requiere, fundamentalmente, materia prima vasca y un recetario vasco. En Alicante, los gustos mayoritarios son otros: para empezar, en pescados y mariscos cuya referencia es el mar Mediterráneo; además, en su recetario fundamental está el arroz. Es por ello que acudir a un restaurante de cocina vasca se convierte en algo extraordinario y no usual, mientras que para el negocio se convierte en algo difícilmente sostenible. También es indudable que todos los años vividos en Alicante han evolucionado la cocina de Iván e Irache hacia un producto de proximidad y un recetario generalmente aceptado. Esa es, seguramente, la razón de cerrar su restaurante Aizkolari y hacerse cargo del restaurante Poniente y del cambio de su cocina, aunque en su carta, para mi deleite, se conserva alguna elaboración típicamente vasca, como “Txipirones en su tinta con timbal de arroz” (uno de mis preferidos junto a los canelones ampurdaneses), “Tortilla de bacalao con pimientos verdes en su punto de cuajo” (es decir, muy jugosa), “Kokotxas al pilpil bien trabadas”, “Merluza a la bilbaína con ensalada” (que ya he mencionado) o “Bacalao al pilpil con sus trigueros”.
La carta, aunque amplia en apartados, es bastante escueta en elaboraciones, dividida en Entrantes fríos (7), Ensaladas (3), Entradas calientes (6), Marisco de cercanía, Del mar a la mesa pasando por nuestra cocina (9), Pescados (4), Carnes (5), Postres (5) y Helados (9). Donde sí que es amplia es en el apartado “Nuestros arroces” y merece comentario aparte.
La concesión de la explotación del restaurante del Real Club de Regatas exigía la existencia de 16 arroces en la carta. Número raro porque, como mucho, es múltiplo de 2 y de sí mismo. ¿Por qué no menos o por qué no más? Esta exigencia lleva a sugerir en la carta del menú que se pueda pedir seco, meloso o caldoso. También, a una clasificación en “De mar adentro” (7), “De tierra” (6) y una clasificación extraordinaria, pero no de arroces, que denominan “Especiales de la comarca” (4), donde incluyen:
- “Fideuá del señoret” (Se llama así porque los ingredientes van todos pelados y en trocitos pequeños para que se los pudiera comer el señorito. Dice la leyenda que era notario y no se quería manchar las manos pelando algún ingrediente),
- “Rosellat” (que es como la fideuá con fideo fino, típicamente catalana, pero se mete al horno para el acabado final y, gracias a las puntas tostadas, tiene un punto ligeramente crujiente),
- “Gazpacho de mero y gambones”,
- “Gazpacho de conejo y caracoles”, más típico del interior.
La carta de vinos no es muy amplia, pero está bien seleccionada incluyendo espumosos, rosados, blancos y tintos.
Experiencia gastronómica en Poniente
Empezamos con las entradas de “Quisquillas extra de Santa Pola”, perfectamente cocidas y de carne prieta que requiere este marisco tan alicantino, “Calamar de la bahía a la romana” de rebozo fino muy a la andaluza y “Almejas picantonas a la bilbaína de ‘coge pan y moja’” (la salsa bilbaína es un refrito de A.O.V.E., vinagre, ajo, guindilla y perejil). El perfecto y sencillo preámbulo de la degustación.
Probamos dos arroces: “Rape y almejas” de “De mar adentro” y “Secreto ibérico, ajetes y trigueros” de “De tierra”, ambos secos, de muy correcta ejecución en los fondos y punto del arroz y, desde luego, nada que ver con los que ofrecen algunos restaurantes a nuestros turistas, ya sólo por el tamaño de las almejas.
Por último, un final feliz y dulce de “Leche frita con helado de turrón”.
En la sobremesa se completa la experiencia pudiendo conversar con Iván, persona de conocimiento infinito, que nos cuenta que la prueba que realizaría para contratar a un/a cociner/a sería la de la elaboración de una tortilla de patatas. Me recuerda la película Un viaje de diez metros que recomiendo encarecidamente, donde Helen Mirren, que encarna el personaje de la propietaria de un restaurante con estrella Michelin en Francia cuenta que la prueba que ella pone para contratar a un cocinero es la de elaborar una tortilla (en su caso, francesa: no de patatas también llamada ‘española’). Podríamos disertar sobre la tortilla de patatas que se merece hojas y hojas de comentario, pero ahora no viene al caso. Y las horas podrían pasar conversando y disfrutando de las vistas.
Antonio Marqueríe Tamayo. Crítico gastronómico
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